Estas páginas, escritas a borbotones, desordenadas, jubilosas y desesperadas, cuentan las aventuras y desventuras del hombre que encabezó la lucha campesina en el Perú, el organizador de los sindicatos rurales, el que impulsó una reforma agraria nacida desde abajo y desde abajo peleada.
Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba, iba ayudando a que los caídos se levantaran, y los callados dijeran. Las autoridades lo acusaron de terrorista. Tenían razón. Él sembraba el terror entre los dueños de la tierra y de la gente.
Durmió bajo las estrellas y en celdas ocupadas por las ratas. Hizo catorce huelgas de hambre. En una de ellas, cuando ya no aguantaba más, el ministro del Interior tuvo un gesto cariñoso y le envió, de regalo, un ataúd.
Más de una vez, el fiscal exigió la pena de muerte, y más de una vez se publicó la noticia de que Hugo había muerto.
Y cuando un taladro le abrió el cráneo, porque una vena estalló, Hugo se despertó con pánico de que los cirujanos le hubieran cambiado las ideas.
Pero no. Seguía siendo, con el cráneo cosido, el mismo Hugo de siempre.
Sus amigos estábamos seguros de que ningún trasplante de ideas iba a funcionar. Pero sí temíamos que Hugo despertara cuerdo.
Y a la vista está: él sigue siendo aquel loco lindo que decidió ser indio, aunque no era, y resultó ser el más indio de todos.

Autor: Hugo Blanco

Comentarios: Eduardo Galeano y Raúl Zibechi

Prólogo: Norma Giarraca

Edición: Ediciones Herramienta, 240 páginas, 2010 (Reimpresión 2023)

ISBN: 978-987-25455-1-2

Medidas: Alto 22,5 cm / Ancho 15,5 cm 

 

Nosotros los indios de Hugo Blanco

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Estas páginas, escritas a borbotones, desordenadas, jubilosas y desesperadas, cuentan las aventuras y desventuras del hombre que encabezó la lucha campesina en el Perú, el organizador de los sindicatos rurales, el que impulsó una reforma agraria nacida desde abajo y desde abajo peleada.
Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba, iba ayudando a que los caídos se levantaran, y los callados dijeran. Las autoridades lo acusaron de terrorista. Tenían razón. Él sembraba el terror entre los dueños de la tierra y de la gente.
Durmió bajo las estrellas y en celdas ocupadas por las ratas. Hizo catorce huelgas de hambre. En una de ellas, cuando ya no aguantaba más, el ministro del Interior tuvo un gesto cariñoso y le envió, de regalo, un ataúd.
Más de una vez, el fiscal exigió la pena de muerte, y más de una vez se publicó la noticia de que Hugo había muerto.
Y cuando un taladro le abrió el cráneo, porque una vena estalló, Hugo se despertó con pánico de que los cirujanos le hubieran cambiado las ideas.
Pero no. Seguía siendo, con el cráneo cosido, el mismo Hugo de siempre.
Sus amigos estábamos seguros de que ningún trasplante de ideas iba a funcionar. Pero sí temíamos que Hugo despertara cuerdo.
Y a la vista está: él sigue siendo aquel loco lindo que decidió ser indio, aunque no era, y resultó ser el más indio de todos.

Autor: Hugo Blanco

Comentarios: Eduardo Galeano y Raúl Zibechi

Prólogo: Norma Giarraca

Edición: Ediciones Herramienta, 240 páginas, 2010 (Reimpresión 2023)

ISBN: 978-987-25455-1-2

Medidas: Alto 22,5 cm / Ancho 15,5 cm